Muchas civilizaciones antiguas, las egipcias, romanas, griegas, o mayas, han querido personalizar esta protuberante esfera dorada, remarcandola como un simbolo miticista, mostrandose así como Dioses que representan alguna divinidad celestial. En la Grecia clásica, Selene era la luna llena, Artemisa, el cuarot creciente, y Hécate, el cuarto menguante. Y su adoración les atribuye poderes mágicos, los cuales puede manipular las leyes universales y ejecutar efectos paranormales. Ha sido muy util para afrontar cuestiones terrenales y ha sido adaptado para las necesidades humanas, que incluso ha sido plasmado en muchas banderas,para los viajeros es una brujula y guía del traslado, para los astrologos y adivinos, los movimientos y posiciones lunares son la representación de futuros augurios que pueden recaer sobre algo o alguien, y para los brujos o practicantes del maleficio, volvía loco y hacia perder la conciencia a las víctimas.
Este culto a la Selenofilia ha nacido desde el principio de la humanidad, y hoy en la actualidad, se sigue estudiando. El trabajo arduo de los astronomos nos hace distinguir con cierta precisión de qué está compuesta este satélite, además nos hace guiar cómo llegar a ella, y describir los efectos efectos relacionados con la Tierra.
Muchos poetas han escrito sobre ella como Pablo Neruda, y muchos músicos romanticos y escribas ha servido de base de inspiración para sus obras artisticas. Pero hay algo más allá de este efecto espiritual que causa un impulso interno y desvivido para rendir homenaje a este satelite natural de la Tierra.
Nuestros sentimientos humanos hacia la luna, se debe a nuestra inclinación espiritual por los otros mundos que habitan en nuestro sistema solar, significa entregarse ante la creación del universo, el ocaso origen que enmana las variedades que integran la Vía Lactea. También aceptamos que no estamos solos, comprendemos que cada parte que nos rodea, interactua de cualquier modo con nosotros. Su aparación en la oscuridad nos hace revelar nuestros otros ocultos rostros personales. Y lo más importante, que nuestros problemas son insignificantes y diminutos comparado con las maravillas que existen fuera de los seres humanos.
Es por eso que muchos juramos que cuando cerremos los ojos y demos nuestro último suspiro, este sea elevado hacia la galaxia eterna.
Esta carta lo escribí bajo la presencia de la luna. Les habla un selenofilico, recomendandoles visitar mi archivo de topicos.